miércoles, 27 de octubre de 2010

SESIÓN 21/10/2010

Tras dos clases en las cuales se explicaron los contenidos del blog, así como el programa de la asignatura, “abro el telón” de este portal con la siguiente reflexión. En la pasada sesión, día 21 de octubre, estuvimos discutiendo en clase la noticia “PELIGRO: LA COHESIÓN SOCIAL SE AGRIETA” del periódico de tirada nacional, EL PAÍS.

En primera instancia decir que el texto no me resultó sorprendente en sí, ya que es una realidad que nos toca vivir día a día, y por tanto somos testigos de lo que en ella pasa. Hoy en día, con unas condiciones de vida muy superiores a épocas pasadas, la situación en la que nos encontramos no difiere en absoluto a aquellos tiempos, pues siguen siendo los mismos los más propensos a situarse siempre en el límite de la pobreza, y sí a todo ello le añadimos la cuestión de la crisis económica, no resulta sorprendente ni novedoso lo que el texto nos habla.

Incluso, la cuestión va más allá, pues familias consideradas “normalizadas” se encuentran actualmente en una situación muy difícil de sobrellevar, pues no solo afecta a lo que tradicionalmente se le ha atribuido a la pobreza, esto es, los ingresos, sino que además ven serio riesgo de quedarse al margen de la sociedad. En este factor descrito, en mi modesta opinión, interviene en gran medida aspectos psicosociales de las personas, que ante el hecho de no poder llevar el anterior ritmo de vida e incluso del “qué dirán”, llevan a cabo actuaciones aislacionistas aumentando las posibilidades de desintegración.

Llegados a este punto es conveniente aclarar los dos conceptos claves, pobreza y exclusión social a los que el texto hace mención y en el que recalca en ocasiones su diferenciación. Es importante tal explicación porque en ocasiones tienden a confundirse e incluso a señalarse como sinónimos. En primera instancia, el concepto de pobreza, como ya se ha comentado no solo hace mención a aspectos económicos, como tradicionalmente se le ha relacionado, sino que la definición se ha ampliado. Así, la OMS sugiere que “la pobreza no sólo es sinónimo de bajo nivel de ingresos, sino también de debilitamiento de toda una serie de capacidades humanas fundamentales, incluidas las relacionadas con la salud.” De este modo, podemos apreciar como tal concepto no se ciñe únicamente a cuestiones de dinero. Ha sufrido una transformación para ajustarse a la nueva realidad.

El otro concepto, el de exclusión social es entendida por algunos autores como un “proceso social de separación de un individuo o grupo respecto a las posibilidades laborales, económicas, políticas y culturales a las que otros sí tienen acceso y disfrutan” (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 1998). Es cierto que puede tener cierta relación con la pobreza, pero no es condición indispensable ésta, para que una persona o grupo se sienta excluido socialmente, como indica el texto. Si suele decirse “el dinero no da felicidad, pero ayuda a alcanzarla”, ciñéndonos a lo que aquí se analiza puede decirse algo así como “la pobreza no supone la exclusión social, pero ayuda a ello”

Si una persona se encontraba en paro o en una determinada situación de imperiosa necesidad económica, siempre podría quedar el recurso de la familia (familiarismo) o de ayudas sociales, sin embargo, la actual situación que vivimos está poniendo en peligro incluso este `apoyo` con el que poder salir de tal problemática. Y, enlazando con la cita “quien no tiene nada que perder, nada pierde”, ésta podría abordarse desde diferentes vertientes, pues parece en primera instancia lógica, pero si la analizas, no parece del todo cierta, ya que las posibles ayudas de las cuales estas personas pudieran beneficiarse pueden verse reducidas ante la saturación de demanda. Por tanto, lo que aparentemente puede resultar en cierto modo cierto, no lo es tal si lo observas desde otro punto de vista.

En cuanto a uno de los debates surgidos espontáneamente en clase y que puede conectarse con lo que el artículo comenta (´goteras en el sistema de protección`), he de decir que, en ningún momento ha de discutirse el hecho de que desde pequeño los niños/as tengan a su disposición un ordenador, ya que actualmente vemos como los profesionales de hoy en día en edad laboral se ven en la necesidad de realizar cursos intensivos de informática o similares, acarreándoles no pocas dificultades. No está de más inversión en tecnología, pues es conveniente que desde edades tempranas se tenga contacto permanente con las nuevas tecnologías. Otra cosa es el modo en que ha de utilizarse y cómo han de repartirse, y que como ya se comentó, debe regirse bajo los parámetros de la igualdad de oportunidades.

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